miércoles, 10 de noviembre de 2010

FABULANDIA

    Viernes 26 
   de Noviembre


Viernes 3, 10 y 17 
   de Diciembre


      9.45 pm




Una casa; lugares secretos y escondidos, recovecos de los patios y jardines: un espacio escénico.
Antiguas músicas cotidianas devuelven a la experiencia propia.
A lo largo del trayecto, el espacio invita y aleja, 
las puertas se abren.
Festejo del baile. Celebración de los cuerpos.

BAILARINES: Natalia Bianchi, Marina Kenny, Andrea Manso Hoffman, Ivana Smoljanovich, Nicolás Baroni, David Chartoriski, Gustavo Díaz, Andrés Sosa  
ASISTENTE DE DIRECCIÓN: Andrea Benassi 
COREOGRAFÍAS: Teli Ortiz, Andrea Castelli y elenco
COLABORACIÓN COREOGRÁFICA: Agnese Vanaga
ASESORAMIENTO SWING: Mariela Furh y Gabriel Cavallini 
DISEÑO Y OPERACIÓN DE LUCES: Eduardo Spindola
OPERACIÓN DE SONIDO: Sergio Bazán
VESTUARIO: Bacana Tango 
FOTOGRAFÍA: Angie Gonzalez
DISEÑO GRÁFICO: palomaunave.com 
DIRECCIÓN: Andrea Castelli



























Querida Elena es para Fabulandia  todo el espacio. 
Porque Fabulandia es, en principio una propuesta en la que se realiza un recorrido. La primera parada no es del orden de la ficción: una invitación a honrar a Baco antes de comenzar. Allí entregan el programa de mano y un pequeño plano para ubicarnos en el espacio a recorrer.
La primera habitación nos recibe con dos hombres y dos ¿asientos? Pero esos asientos son móviles, tienen vida propia, se rebelan contra los sentados. La primera imagen podrá causar urticaria a las defensoras del género, los hombres, vestidos, se acomodan sobre los cuerpos de las mujeres, en enaguas, sin embargo, prontamente la relación se invierte y lo que se presupone un acto de sometimiento, desaparece para convertirse en algo de otro orden.
Es necesario hacer una aclaración en este momento, éste es un espectáculo que llevan adelante “bailarines de tango”, la música que constituirá las escenas (porque no las “acompaña”, las constituye) pertenece a este género, ésta es la base, el punto de partida, lo demás es Fabulandia.
La próxima instancia está duplicada, hombres y mujeres se separan y cada grupo ocupa una habitación diferente. Y de más está decir que es imposible para nosotros la ubicuidad, por lo que quien vea una cosa se perderá la otra. ¿No es un buen motivo (entendido como unidad del tema) para reflexionar sobre el lugar del que observa? De manera explícita, con firmeza, nos indican, que ver algo implica no ver otra cosa.
Cuando el grupo de espectadores vuelva a unificarse (también esto es muy interesante porque la diseminación de bailarines conlleva una diseminación de espectadores, y el espacio que es en principio uno, es sólo relativamente, uno), se pondrá en juego un recurso muy particular. La intención es plantear parcialmente el mecanismo (para no quitarle la gracia a los futuros asistentes): los que actúan-bailan, aparecen enmarcados luz y cortina mediante, tal como se enmarcarían en una pantalla, están ahí, podemos percibirlos en copresencia, y sin embargo, están absolutamente inaccesibles, entonces se vive la presencia y la distancia obligada, en simultáneo.
Pero hay más, elegiremos una última mención a la parte del recorrido: el baile en la escalera.
Todos sabemos que las escaleras son para subir y bajar, o en su instancia artística y simbólica para bajar armoniosamente desde un no lugar a un escenario... esta escalera está lejos de connotar lujo, por otra parte es angosta, lo que dificulta el movimiento de dos sujetos a la vez.
Sin embargo, bailan, el espacio en el que lo hacen no está ocultado o disimulado sino registrado con todo el cuerpo, no solo hay un modo de poner los pies, sino también de mirar, ellos perciben el espacio en el que se mueven, entonces el espectador duplica la percepción de ese espacio, por un lado porque, es evidente, lo ve en términos materiales, pero además observa los desplazamientos de los bailarines que subrayan, asimismo, las características de la superficie en la que se asientan y que además provoca el vértigo del riesgo.
Todo esto descripto, y mucho más, es parte del avance por Querida Elena hacia el fondo, la sala “más tradicional”, que incluso tiene sillas para acomodarse. Entonces lo visto se resignifica, desde el vestuario, a medias, incompleto, hasta los pasos que nos permitieron progresar en orden hacia el espectáculo final.
Allí aparecerán completando el vestuario, arreglándose para la “fiesta” que implica bailar, y allí habrá algo de baile más clásico, absolutamente impecable, acompañado por propuestas que pertenecen a otros universos kinéticos, con una concepción lúdica del movimiento que preside todo el planteo espectacular.
Fabulandia es una joyita que tiene un plus, acercar al tango a los legos, y mostrar a los expertos cómo siempre se puede imaginar algo más allá.

Mónica Berman /  
http://www.criticateatral.com.ar



La maravilla de la danza contando una historia de tiempos idos. Melodías  que se escucharían en los patios de las casas en los años 50 o 60. Fabulandia  remite, para los buscadores de las antigüedades en San Telmo, a la colección de fábulas de Codex y se parece a las fábulas en que los humanos no hablan si no es desde los discos.
“Querida Elena” es una casa antigua de las que rodean Parque Lezama que no está restaurada sino conservada valorando parte de su pasado. En las habitaciones de esta casa podemos caminar entre una historia que se desarrolla con paso de baile y con una maravillosa coreografía adaptada al lugar que es inspirador pero también es un reto. Cuestiones como poner a las bailarinas de espaldas en el segundo cuadro, cuando todavía hay necesidad de acomodarse son signos de inteligencia y creatividad. Pasean por todas las posibilidades coreográficas sin deformar la imagen de la época.

Excelentes bailarines manejándose en espacios muchas veces pequeños, con una destreza nada forzada, como si los movimientos nacieran en ese mismo instante.
La caricatura del  tanguero se borra al no existir la palabra. Esto en lugar de actualizar la mirada convierte el recorrido en una especie de viaje en el tiempo. Imágenes del pasado no estereotipadas que lucen auténticas.
Es una experiencia para los sentidos, toda la casa aromatizada con incienso de excelente calidad y en una habitación unos habanos apagados cuyo aroma inunda un par de escenas.
El vestuario es bellísimo y muy  sensual Enaguas, vestidos vaporosos, encajes, colores blancos  reflejan la luz dirigida. El último cambio de ropa de las chicas incluye unos apliques en el pelo diferentes para cada una, divinos.
Sensualidad y tango en un envase excelente. 


La primera imagen que tenemos del espectáculo es la de dos hombres “sentados” sobre las espaldas de dos mujeres. Los varones están vestidos formalmente, pantalón de vestir, camisa blanca, las mujeres en enagua. Los varones se mueven, se buscan, se retan; las mujeres acompañan contorsionándose según los movi-mientos de ellos. En un momento el cuadro se metamorfosea en un ejercicio de Contact.


Pero no empezamos por el principio. El principio es Querida Elena en su totalidad, que parece haber sido un conventillo en otros tiempos. Fabulandia se apropiará de todos los espacios que están a la vista. La obra se desplazará (nada más apropiado, ahora que lo pienso, para una obra de danza) a lo largo de las habitaciones, patios, escaleras del lugar.


En la primera habitación se pudo apreciar la escena ya contada, en la segunda y tercera habitación se desarrollaron dos escenas, una con cuatro mujeres y otra con cuatro varones, en forma simultánea. El espectador debía elegir o alternar, ya que había pocos espacios desde donde apreciar ambas a la vez. El espectador tienen un papel activo, “arma” su propia obra. En estas escenas, se preparan para el baile, para la fiesta, para el tango. El recorrido sigue en otra habitación que vemos en forma parcial, con un espacio vacío de por medio, una especie de fosa que separa al público itinerante y a los bailarines. Y luego también hay bailarines en la fosa, aprovechan la geografía acotada de unos pocos metros, como también sucede unos pasos más adelante, en unas escaleras de material, angostas, gastadas, donde otros dos bailarines despliegan talento y desafían las leyes de la gravedad con algunos pasos y quebradas que están al límite. En ambas situaciones, además de la calidad de los bailarines, se aprecia el trabajo de coreografía y dirección de Fabulandia, un placer visual.


Finalmente, previo baile en un patio interior, ingresamos a una sala con asientos y escenario, una propuesta final más tradicional. En ese espacio se cruzan todas las historias y parejas que vimos antes. Difícil hablar de si se destaca algún bailarín más que otro, dado que todos tuvieron su momento para lucirse y todos lo hicieron bien. Las coreografías están impecablemente articuladas, así como también las situaciones narradas con los cuerpos, los pasos de baile, las miradas.


Para redondear esta experiencia, vale destacar que el audio de los tangos que acompañan las escenas suenan más que apropiados para lo que vemos y lo que sentimos en Querida Elena; donde baile, espacio y música nos transportan a un mundo que pasó hace décadas, pero que en ese momento sentimos próximo y real.






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