martes, 11 de mayo de 2010

JUGAR CON FUEGO - STRINDBERG













"Acá la gente come, duerme y espera la hora de su muerte…Ningún objetivo en la vida, ninguna ambición, ninguna pasión”
















Galo Ontivero El Hijo Natalia Fernández Acquier La Mujer Federico Schneider El Amigo Tatiana Santana La Prima Marta Cosentino La Madre Luis Alberto Rego El Padre Vestuario Nora Cervantes Música Original Mauricio Motille / Gèrard Clèment Colaboración musical Romina Grosso Escenografía Eduardo Spindola Asesoramiento María Mensi Producción general grupo mirando al sur Asistencia de dirección Laura Piersanti Dirección Mónica Benavidez .


Agradecimientos Luciano Suardi - Querida Elena.




Alfred Hopkins Buenos Aires Jaque Press
Galo Ontivero, el hijo, fuma lánguidamente y contempla su vaso de whisky en el patio, mientras los invitados más jóvenes se colocan sobre almohadas en las escaleras y los mayores se acomodan en sillas. Un gato negro, sensual y mimoso pasea entre las piernas. Son las 18 horas en “Querida Elena sencillas artes,” la Boca Dulce, Buenos Aires, Argentina. August Strindberg, el dramaturgo sueco y autor del espectáculo no está pero lo podemos imaginar recostado sobre la pared del patio,observando con placer el estreno de “Jugar con Fuego” ajustadamente dirigida por Mónica Benavidez. La meditación densa del hombre se interrumpe con la aparición de Natalia Fernández Acquier, la mujer, los dos vestidos en blanco pero oscurecidos por el tormento de un torbellino de emociones que perturban zonas ocultas de sus almas. Vale una frase para situar el eje de este juego dramático: “Acá la gente come, duerme y espera la hora de su muerte…Ningún objetivo en la vida, ninguna ambición, ninguna pasión.”
Y sin embargo, de pasión se trata. Y de celos. De turbulencias apenas contenidas, luchas encarnadas alrededor de los deseos, el deseo de amar y ser amado con pasión, la intimidación del otro y el miedo a la traición, el engaño…En el mundo de Strindberg los seres pocas veces se muestran contentos, más bien se unen en el afán de encontrar en la pasión una salida a una vida pálida y sin objetivo a la vista.
Siempre aparece en el horizonte un agente perturbador. El amigo, Federico Schneider, divorciado pero cultivando un amor suprimido por la mujer de su amigo, la prima, Tatiana Santana, tierna insinuación fatal, en compañía del padre, Luís Alberto Rego…Más que el argumento, lo que importa en esta versión de Mónica Benavidez es el clima, los burbujos pasionales que explotan y vuelven a formarse, como las nubes, como las tempestades.
Hay una zona en Strindberg que deja de lado el realismo de su época para adentrarse en una estética que habita la frontera con otra región dominada por la pasión y el frío análisis de mar subterráneo en el cual los seres humanos luchan para encontrar sentido a su existencia. La directora ha sabido captar meticulosamente este mundo del dramaturgo sueco, colocando la puesta en un patio interior de una hermosa casa antigua.
Hay pocos lugares como Querida Elena tan aptos para representar a las obras de Strindberg; pocos lugares dedicados a explorar la actuación en franca confrontación con el público, sin luces, sin efectos escénicos, con el sudor del actor viviendo su personaje a dos metros de los espectadores.









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